[Entrevista realizada por el Instituto Colombiano de Estudios Sociales (ICES). El objetivo de la(s) entrevista(s) es recolectar las impresiones que tienen los caninos habitantes de calle de su particular estilo de vida. El sujeto fue entrevistado en la Plaza de BolÃvar a las 19:00.]
Bogotá, marzo de 2019
¿Nombre? Yo ya no tengo nombre. Bueno… al menos no uno que pueda considerarse como mÃo. Algunos me llaman «chanda, chandita o chandoso»; otros, «perro o perrito»; algunos se limitan a decirme —con la mayor indiferencia— «callejero, zarrapastroso, hambriento, perro de gamÃn, perro de taller»; unos, más compasivos, me dicen: «atropellado, pulguiento o pulgoso»; cuando me pegan, simplemente me gritan «chite, fuera, ¡carajo!, animal», en ese respectivo orden.
Como ven, «mis nombres» cambian según el estado de ánimo de mis interlocutores. Pero ya… dejémonos de cuentos. Sà tengo un nombre (yo mismo me lo puse), me llamo Olivio, y es un hecho: todos me olvidan.
¿Ciudad? Bogotá D. C. Bogotá Distrito Capital. Aquà nacÃ, aquà crecÃ, aquà me volvà solitario, luego me volvà viejo. Bogotá es una ciudad del carajo si quieres vivir, simultáneamente, toda la mierda que inunda al paÃs. Cuando vas por las calles, ves a la gente: esta ciudad a todos los vuelve iguales, no importan si son negros o blancos, indÃgenas o mestizos, gringos o europeos, americanos, animales, plantas, insectos —inclusive objetos inanimados—; todos terminan siendo parte; todos somos animales atroces. Ese es el estado de las cosas y no espero que cambie.
¿Que cómo? La vida de perro callejero no es fácil, tiene sus riesgos. Lo primero es que A NADIE LE IMPORTA UN CUERNO QUE VIVAS EN LA CALLE. Nadie hace nada por ti, nadie te hace un favor, nadie cuenta contigo. Si naciste callejero, morirás callejero. No importa cuánto lo intentes, entre más lo intentes más callejero serás, asà que NO LO INTENTES. Aquà nos desprecian por vagabundos y por rabiosos, dicen que no nos dejamos ayudar y somos odiosos con quien lo trata. ¡Y es cierto!, pero solo somos honestos, somos el reflejo del estado frenético que vive esta ciudad. Entonces sÃ: ladramos a todo el mundo, asustamos a quien se nos acerque, gonorreas.
¿Cómo no? A todos les hacemos la pelea, a ver si con el susto se les cae un poquito de confort, un poquito de buen vivir ¿cómo no? Los perros callejeros también comen, duermen, sienten, piensan ¿Cómo no? ¿Qué esperan que uno haga cuando la cosa anda jodida? Aun asÃ, llega el momento en el que todos se echan a morir en un rincón. Nada más qué hacer; tampoco se puede sobrevivir con tanto perro callejero loco por ahÃ. A mà también me llegará el dÃa.
¿Cómo es que le llaman a eso? ¿La ley del más fuerte?, ¿no? Si vives con los gamines, tendrás comida asegurada, creo que es lo mejor que te puede pasar. Los acompañas, los proteges (solo ladras) y te darán lo tuyo, una sobra, un pedazo de pan, un tanto de gasolina. Pero también tiene sus riesgos, puedes terminar muy mal si no te cuidas, ellos, sabes, le jalan a la droguita, pueden volverse locos, pueden cascarte sin razón, pueden acuchillearte, pueden golpearte, no preguntes por qué, también es su mundo. Una vida perra.
A lo que yo me dedico es a cazar palomas, porque ya estoy viejo; en todas esas parpadas habrá una que otra enferma, una que otra tendrá jodido algo. A diario uno coge fácilmente unas dos, incluso más palomitas, ellas no se dan cuenta, no maldicen ni dan las gracias. Creo que las palomitas son la forma en que esta ciudad nos pide perdón, no son muy nutritivas, creo que estoy peor desde que empecé esta nueva dieta, pero al fin y al cabo calman el hambre y son un suministro seguro ¡Pobres palomitas! No sé por qué han de vivir, no sé por qué hay tantas palomas en el mundo, al menos en esta ciudad.
¿Y perritas? Perritas no han faltado, perritas que también viven en las calles y comparten la locura, calle cruel, calle querida. Perritas no han faltado, pero todas también se han ido; unas preñadas, perritas que se van a criar sus perritos; perritos, cachorros que serán como nosotros; perritos que escapan de la madres porque no hay de comer; porque las perras no tienen suerte, porque a las perritas las matan, las perritas desaparecen. Quedamos nosotros, sus hijos, poblando estas calles, calles sucias, calles terribles. Perritas, ¿dónde se han metido?, ¿estarán mejor?
No, no quiero responder más, no, ¡no quiero!, no más, estoy mal, estoy viejo, muy viejo, nueve años viviendo en la calle y ¿para qué?, una entrevista, una ridÃcula entrevista. Dime ¿crees que mi vida va a mejorar en algo contestándoles sus pregunticas?, ¿crees que necesito tu caridad?, ¿crees que un dÃa de buena comida es suficiente? ¡Agh!, vida jodida, vida perra, ¿quién puede cambiarla?, ¿cómo?, ¿cómo me lo justificas?, ¿cómo me lo dices?, ¿cómo me miras a los ojos ¿Qué?, ¿qué quieren de nosotros?, ¿buscan algo realmente?, ¿por qué nos dejan vivir asÃ?, ¿por qué no nos comparten un poquito? Insisto: ¿QUIÉNES SON LOS VERDADEROS CULPABLES, LOS VERDADEROS CALLEJEROS, LOS VERDADEROS CHANDAS? Mejor mátenos y asà salen del problema de una vez por todas, yo ya no puedo con esta ciudad, ciudad ruda, ciudad grosera, ciudad sucia, ciudad cruel, yo ya le he dado lo mejor de mà ¿y qué he recibido?, nada, absolutamente nada, sólo la pobreza más absoluta, sólo la miseria más dolorosa, ¿alguien… alguien puede salvarnos?, ¿alguien que nos quite toda esta necesidad?, ¿alguien que nos salve del hambre? No hay respuesta, si has nacido en esta ciudad, no podrás huir de su destino, si perteneces a esta ciudad nunca podrás irte de aquÃ, siempre regresarás a sus mismas calles, a sus mismos barrios. No quiero más, ¡no más!...
[El sujeto entró en un estado de nerviosismo extremo, no quiso responder más preguntas, la entrevista tuvo que ser suspendida. Luego de lograr tranquilizarse el sujeto recibió su comida, se marchó del lugar inmediatamente, no hemos logrado establecer contacto con dicho sujeto. Hasta la fecha han sido entrevistados más de ochenta canes habitantes de la calle, la alcaldÃa ha comenzado un ambicioso proyecto que busca reintegrarlos a la sociedad mediante la economÃa naranja. El archivo de audio de esta entrevista le pertenece al Instituto Colombiano de Estudios Sociales.]
Escrito por Ceviche MartÃn-Leyes Miembro del sindicato SIN-CORRECTO