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Franco Lolli: In-comodidad y representación.

  • Foto del escritor: Sello InCorrecto
    Sello InCorrecto
  • 9 feb 2019
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 25 ago 2020

Entrevista: Santiago Álvarez Ilustraciones: Cach Apesta

Franco Lolli, es el director del largometraje Gente de Bien. Esa sutil y bogotana película que cuenta la historia de un niño gordito parecido a Antoine Doniel que debido a su situación económica y familiar tiene que emprender un peregrinaje en busca de su zona de confort. Luego de su corto paso por las salas de Cine Colombia, hablamos con él para saber su posición frente a la recepción de su película, la industria cinematográfica colombiana y por supuesto, sobre lo in-cómodo.


Por Cach Apesta

Franco Lolli: Para mí lo incómodo es aquello que no es orgánico o que no fluye. Hoy en día es aquello que me hace sudar, porque ahora cuando estoy incómodo sudo.


Santiago Álvarez: Tenemos entendido que Gente de bien nace de una mezcla de cosas que tiene algo de autobiográfica. Desde este punto de vista ¿le resultó incómodo enfrentarse a la creación de este guion?


FL: Sí, profundamente. Era la única opción, no me venía más a la cabeza justamente porque tenía que afrontar la incomodidad de los temas que tenía que tratar. Por un lado la paternidad y por el otro la influencia filial y social que lo condiciona a uno. Entonces la película tiene dos temas que se terminan juntando. Para mí era una cosa de orden psicoanalítico porque estaba, finalmente, hablando de mí: de mi propia relación con un padre ausente- que murió- y de mi propia relación con las clases sociales. Entonces todo eso era profundamente incómodo; son las cosas que probablemente más me hacen sudar.


SA: El personaje Eric es obstinado y parece carecer de la esperanza que le sobra a su padre y a María Isabel. ¿De dónde nace su incomodidad? ¿Qué es lo que le resulta tan insoportable dentro de la nueva vida que le toca vivir?


FL: Yo creo que en la película lo más difícil para Eric es tener que cambiar de familia permanentemente. Durante la película le toca re-conocer a su padre, irse a vivir con él y después irse a vivir con una señora de clase alta que tampoco conoce. Y a pesar de todo lo interesante o nuevo que eso tenga, crea necesariamente la incomodidad de enfrentarse con lo desconocido y eso para él es muy complicado.


SA: ¿Se ha imaginado alguna vez la vida de Eric con su madre? ¿Cómo sería?


FL: No solamente me la imaginé, sino que en realidad la película originalmente tenía 15 minutos en los que se veía cómo vivía con su madre y con un padrastro antes de que ella lo entregue a su padre. Finalmente, por razones del cine, la película rechazaba esta introducción que a mí me parecía muy interesante. La vida era una la de un niño problemático muy querido por su madre que termina siendo abandonado,

paradójicamente. Yo creo que si la mamá lo entrega al papá es porque llega a un punto en el cual no sabe cómo manejarlo, porque lo ha consentido mucho, porque le ha dado una posición de hijo único. Eric está perdiendo porque tiene una hermanita nueva, de año y medio. Eso apenas se alcanza a vislumbrar en una escena, pero estaba escrito en la película y originalmente tenía importancia.


SA: Dentro de la película vemos una triada de personajes (Eric, su padre y María Isabel)) que no encuentran su lugar en el mundo y que, cada vez que parecen encontrarlo, lo pierden. De dónde nace su interés por retratar este ámbito individual?


FL: Pues es muy inconsciente, y seguramente viene de una sensación personal; de la dificultad de encontrarme a mí mismo o de encontrar mi posición en el mundo. Eso tiene que ver con esas dos cosas, que a mí me parece que son las que lo condicionan a uno más, que son primero la familia, donde uno nace, y segundo, el sitio donde uno se forma, el ámbito social. Que finalmente son los temas de la película. Y yo siempre he sentido, de pronto por ser hijo único, de pronto por haber tenido una familia un poco particular, compuesta solo por mi madre y una perra, que nunca pertenecía del todo a donde estaba. Y eso se refleja en la película.


SA:La sutileza con que logra delinear las problemáticas sociales nos parece muy acertada, pues que no se pone en el papel de juzgar sino que por el contrario los esboza dejando un espacio a la interpretación de una posible solución. ¿Siente usted que dentro del público colombiano la película fue recibida de esta manera?


FL: Sí, digamos que hay gente que la recibió de esa forma, que agradeció la libertad de escoger qué pensar a partir de las imágenes de la película. Hay otros que vieron la película con unos prejuicios muy grandes. Hablo de alguna gente que se sintió atacada a través de la representación que hice de los dos medios sociales. Yo siento que nosotros no estamos todavía acostumbrados, en nuestro cine, a que la película nos abra preguntas y las deje sin resolver. Como estamos acostumbrados a siempre recibir respuestas, hubo una gente que quedó un poco perturbada porque no las había, y seguramente, tratando de encontrarlas ellos mismos, sobre-interpretaron la película.

Sobre-interpretaron que yo estaba haciendo una película sobre la lucha de clases, con juicios de valor, cuando en realidad lo que hago es un retrato de la sociedad como yo la veo, de unos personajes en particular, que precisamente intento no juzgar. Creo que los juicios están en los ojos de algunos espectadores, más que en la película misma.


SA:¿Por qué cree que la película resultó incómoda para el grueso del público

colombiano que tiene acceso a ella?


FL: Colombia tiene una industria de cine naciente y los espectadores están acostumbrados a un tipo de cine que está dominado por el espectro Hollywoodense, que es un cine que, justamente, da respuestas, que también considero un método interesante. Pero cuando mi película llega a Colombia, yo creo que llega también a representar una cosa que la gente no está muy acostumbrada a ver, porque en Colombia no estamos acostumbrados a representarnos ni vernos de manera directa y sin edulcoraciones .


Yo creo que la película tiene una cosa, que es de pronto lo que más me interesa de ella, y es que no estiliza y no caricaturiza,: no muestra a los personajes con una dirección de arte artificial que la saque de la realidad como lo hacen las películas de Dago o de Trompetero. Tal vez por eso había gente que salía de la película diciendo que le parecía que era como un documental. Yo no siento que eso sea cierto, pero sí siento que tiene un aspecto documental. Si uno lo compara con la pintura, digamos que mi película sería un cuadro realista, y finalmente en Colombia hay muy poco cine así, al menos dentro de la ficción. Y la “gente de bien”, o sea los ricos en este caso, se siente juzgada (pues en efecto el título habla tanto de los ricos como de los pobres e intenta interrogar la noción de “gente de bien”). No toda la gente, pero mucha, porque además estamos hablando de un tema tabú, que es la cuestión de los estratos sociales en Colombia. Eso es un tabú muy grande. Y ese tabú, como todo tabú, es por definición problemático.




SA: Nos enteramos que la película fue proyectada para colegios. ¿Cómo fue la reacción de los niños hacia los niños de Gente de Bien?



Eric, protagonista del largometraje. Ilustrado por Cach Apesta

FL: Hubo colegios de clase baja y colegios de clase alta. Las reacciones a mí me sorprendieron mucho. En muchos casos hubo reacción de juicio: los jóvenes sentían que tenían que tener una posición de juicio moral sobre los personajes del tipo “ese niño está bien”, “ese niño está mal”, “esa señora es buena” o “esa señora es mala”. Y muchas veces tomaban el partido de la señora de clase alta que intenta ayudar a Eric, esto independientemente de la clase social de la que vinieran. Decían que el papá era un incompetente que no servía para nada, que no se merecía nada y que Eric era un niño que iba a terminar hasta en la calle, de gamín y que era un desagradecido. Ese juicio me parece sintomático de que no vieron la película bien, sino que la vieron a través de unos prejuicios morales, y ni siquiera morales realmente, sino de conducta que se supone se le imponen a la gente acá en Colombia. Y eso me parece muy raro, porque implica un filtro ajeno al que ve. Había una cosa muy reveladora - en la película hay algunas groserías, no muchas - y eso los chocaba mucho, pero son niños que dicen groserías todo el día. Y yo no entiendo porque dentro de la representación no las aceptan. Y creo que es porque están acostumbrados a eso: a una representación edulcorada que quita las groserías, que quita los problemas, que quita todo. . . Así, al verse frente a eso tenían que tomar una posición: estos son los buenos, estos son los malos. No podían entender del todo que todo el mundo fuera bueno y malo al mismo tiempo, les resultaba incómodo. Y eso creo que tiene que ver con esta cosa de Hollywood, con lo que nos vende la prensa, etc...


SA: En lo que va corrido del año se han estrenado dos películas colombianas que han tenido gran revuelo mediático gracias a los premios que han conseguido. ¿ Por qué cree usted que estas películas han sido tan bien recibidas tanto nacional como internacionalmente?


FL: Creo que muchos factores diferentes intervienen en cada caso, el primero siendo sin duda la calidad de las películas y de nuestra cinematografía actual en general. Pero también creo que hay algo temático, y es que son películas que, en todo caso internacionalmente, representan la Colombia que quieren ver los extranjeros.


Franco Lolli, ilustrado por Cach Apesta

Estas películas representan una Colombia que existe, entre otras cosas muy interesante (ya sea la Colombia indígena o la Colombia campesina) que es muy diferente de la realidad que se vive en los países donde se exhiben. A los países mayoritariamente urbanos, La Colombia urbana les interesa menos porque es menos exótica. Esto no lo digo como un juicio sino simplemente como un análisis que he hecho del mercado a través de mi experiencia en festivales internacionales y de los 13 años que he vivido en Francia.


Aún en mi película, me doy cuenta de que lo que interesa a veces más en el extranjero, es la pobreza que se ve en ella . Es mucho más difícil hacer (y vender) una película solo sobre personajes de una clase alta en un país como Colombia. Parecería menos interesante para los de afuera . Eso por el lado del éxito en el extranjero... En Colombia, ese éxito tiene que ver con varias cosas, tal vez ligeramente diferentes. Una es la trayectoria de la gente que hizo las películas. En el caso del Abrazo de la Serpiente, el director es Ciro Guerra que es un cineasta que ya había hecho Los Viajes del viento y que tiene un nombre ya armado, además de que tuvo el premio en Cannes y sacaron la película al mismo tiempo del festival. Todo eso contó mucho. En el otro caso, el de La Tierra y la Sombra, quien produce es Diana Bustamante, que es la directora del festival de cine de Cartagena, alguien que tiene mucha cancha y que sabe estrenar una película. Pero, de nuevo, más allá de las calidades de ellos y de sus películas, que son evidentes, hay otra cosa y es que a mi juicio el colombiano es bastante arribista. Por eso los premios que recibe una película colombiana y todo el revuelo mediático que se hace alrededor de ellos (más que de la película), hacen que la gente no se quiera quedar por fuera del círculo de los que ganaron, de los elegidos. Así que la gente va a ver las películas con los premios y poco se atreve a criticarlas , porque sería como criticar a Colombia misma. Las cosas se confunden extrañamente. También juega la cuestión de la distancia, un poco como en el extranjero; Como la mayoría de los espectadores no son ni indígenas ni campesinos, entonces pueden ver la película con una cierta distancia; como con los espectadores europeos, la cuestión del exotismo juega a favor. Yo interpreto las cosas de esa manera, aunque hay otras mil posibles formas de verlas. En cualquier caso me parece que es una gran noticia para el cine colombiano que la gente finalmente este yendo a ver nuestro cine de autor, por las razones que sea.


RL: Ya respondió una de las preguntas que seguían. Pero volvemos al mismo tema de cómo le cuesta al grueso del espectador colombiano que tiene acceso a cine verse reflejado en la pantalla. Digamos que para la gente que tiene acceso al cine en Colombia tanto El abrazo de la serpiente como La tierra y la sombra son realidades totalmente ajenas que muy seguramente no han vivido y no tendrán que vivir a lo largo de su vida. Entonces se puede entender porque su película resulta a veces tan criticada en ese aspecto.


FL: Es como la tercera película de Víctor Gaviria, Sumas y restas, que a mí no me parece la mejor de las tres pero en todo caso fue la que menos taquilla hizo y la que menos ruido hizo, de pronto porque no estuvo en el festival de Cannes como las otras dos, pero también de pronto porque lo que está contando es la historia de una clase media, o media alta, de Medellín que se metió al narcotráfico. Y ese tema es mucho más tabú que contar la historia de los sicarios o los indigentes que existen en Medellín. Porque se está metiendo con el nudo del problema desde arriba. Yo creo que eso tiene mucho que ver porque la gente que va a ver las películas es la gente que está. o que se metió, o que conoce gente que se metió. Mientras que la gente que va a ver La vendedora de rosas o Rodrigo D, no son ni indigentes ni sicarios, en todo caso no la mayoría. Y yo creo que el exotismo en el cine siempre es atractivo, y el exotismo puede ser simplemente lo que uno no conoce pero está al lado de uno. Es muy raro el cine intimista en Colombia, por ahora. Y aún en los otros países del mundo lo exótico siempre funciona, por razones obvias de la misma naturaleza del cine, porque uno va a escaparse de su propia realidad.

SA: Para cerrar denos tres películas que lo hayan incomodado


FL: Las primeras que me vienen a la cabeza. Una película de John Cassavetes, Opening Night porque justamente cuando la vi a los 20 años no entendía lo que estaba viendo y me dolía el estómago viéndola (en general el cine de Cassavetes me produce un poco ese efecto, y es un efecto interesante).


Eyes Wide Shut de Kubrick, me genera un poco esa misma sensación por el tema que trata (los celos), pues es algo que me interesa mucho y que me parece muy tabú también, muy problemático. Es de las películas de Kubrick menos querida, y a mí es la que más me gusta.


Se me ocurre también, por otras razones, La Dolce Vita de Fellini. La vi por primera vez a los 15 o 16 años y me pareció una película sin gran interés, luego la volví a ver por ahí a los 20-21 y me pareció una gran película; todavía me parece una gran película. Las dos veces generó algo fuerte en mí, una inquietud, la de ver y sentir a ese tipo perdido en ese conflicto existencial de no saber quién es, no saber que quiere exactamente; no sabe si quiere estar medio vendido al mundo social o encontrar una cosa más espiritual y más propia. Creo que esa película me incomodó porque tiene también unos temas que son personales para mí. Están esas tres, yo diría, que además de incomodarme, son películas que me encantan.


Octubre 2015

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